Hace ya algunos por no decir que muchos años, dejé de tomar
refresco en cada comida, no puedo decir que ahora no lo hago, aunque sólo un
trago o procuro llevar conmigo una botella con agua, por ejemplo cuando asisto
a algún evento, casi nunca tienen opciones de bebida más que gaseosas.
El refresco no es parte de mi vida y me siento orgullosa de poder
decirlo, ya que he visto como muchas personas tienen esa dependencia de ellos,
aún a sabiendas de lo malo que es para la salud.
Los adultos ya son responsables de sus actos y saben que somos lo
que comemos, ya depende de cada uno actuar para mejorar o quedarse en la “comodidad”
de lo enfermizo. El tema a tratar no me agrada en lo absoluto, ya que se trata
del futuro de nuestra sociedad, los niños, inclusive bebés, que inocentemente
continúan con el vicio de muchos padres. Quiero pensar que muchos de estos
padres no saben el daño tan grande que causa el darles bebidas gaseosas a sus
hijos a muy temprana edad, quisiera imaginarme que lo hacen por complacerlos y
tenerlos felices, sin embargo, muchos de ellos lo justifican diciendo que “el
niño quería y no pude decirle que no”, “se le antoja” o “ tiene sed”; ¿Cuál sed
puede ser saciada por un refresco?, es solo la breve sensación del líquido frío
que los refresca un poco, sin embargo ni
es para saciar la sed y mucho menos hidratar.
En las redes sociales ha circulado mucho la información de lo que
ocurre en el cuerpo después de ingerir el “refresco negro”, creo que no será
suficiente lo mucho que lleguemos a compartir estos efectos, hasta que al menos
la mínima parte de los consumidores reflexionen y tengan la voluntad de cambiar
ese hábito que los mantiene en un cuerpo poco saludable.
Puedes ver los efectos que causa, hasta una hora después de haber
ingerido refresco aquí.
Después de saber que el refresco lo usan para limpiar baños,
deshacer carne, remover manchas de óxido, entre otros usos equivalentes a
ácidos, ¿Aún les darías a tus hijos? A pesar de saber que también contiene
sustancias potencialmente adictivas y
gas carbónico que provoca “adicción psicológica” y alta fructuosa, un
jarabe hecho a base de maíz transgénico.
Los bebés no saben lo que tomas, si les ofrecen agua o jugos
naturales, estarán felices, yo procuro traer conmigo siempre una opción a los
dulces o bebidas azucaradas que le pueden llegar a ofrecer o que pueda querer
probar mi bebé. Cuando niños un poco más grandes, en lugar de premiarlos con un
refresco, golosina u otra cosa similar, siempre hay alternativas fuera de algo
para comer, como paseos al parque, partidos de su deporte favorito, leer un cuento,
asistir a eventos culturales, pintar, hacer las manualidades que prefiera e
infinidad de premios que ayuden a desarrollar su intelecto y creatividad, en
lugar de ayudarles a formarse en adultos enfermizos y adictos a “alimentos”
chatarra.
Los padres somos los primeros interesados en que nuestros hijos
sean felices y tengan lo mejor en la vida, de nosotros depende enseñarles a
cuidar de ellos mismos desde su templo que es su cuerpo, hasta sus propias
convicciones y luchar por ellas.
¡Excelente día y vida plena!